ESPACIO PERSONAL: el tuyo, el mío
Durante muchos años he trabajado haciendo terapia manual en caballos. Esto quiere decir, que un dueño me llamaba porque su caballo tenía dolor, alteración de su biomecánica, o el síntoma que él hubiera visto, y yo acudía a tratar a su caballo lo antes posible. Llegar a una hípica y encontrarte el caballo atado esperando su sesión era lo más habitual. La exploración visual, con el animal quieto o en movimiento, no requería ninguna intromisión por mi parte en su espacio personal. Pero para cualquier exploración manual era necesario que yo tocase el caballo en diferentes partes de su cuerpo, invadiendo su espacio personal y a veces causándole algún malestar o dolor.
Este paso de ver a tocar, de forma ideal, necesita tiempo. Tiempo para decirle al animal que le vas a tocar, que confíe en ti, y tiempo para que él acepte, o no, lo que le estás proponiendo. Por supuesto, la mayoría de las veces tenía que ser un proceso apresurado en el que jugaba su permiso con la maniobra demostrativa de que no pasaba nada malo. Todo hubiera tenido que llevar mucho más tiempo. Tiempo caballo. Tiempo para presentarme y tiempo para obtener su consentimiento.
Un caballo que invade tu espacio personal es un caballo maleducado, grosero e impulsivo. ¿Dónde queda nuestra educación cuando nos abalanzamos sobre el caballo, bien sea para saludarle, para ponerle los artilugios para la monta o paseo, o para curar una herida? Si damos falta de respeto, tenemos de vuelta más falta de respeto. Es cierto que en algunos actos veterinarios es necesario la prontitud y no se tiene tiempo para obtener una respuesta de consentimiento por parte del caballo. En estos casos es mejor no preguntar y actuar de la forma más respetuosa posible.
“No hay segundas oportunidades para las primeras ocasiones”.
En la medida en que podamos, cuidemos estas primeras ocasiones de presentación, acercándonos tranquilamente hacia el caballo, no de forma directa hacia él, como lo haría el lobo feroz, sino con calma, observando la hierba, el árbol de enfrente, y el paisaje. Fundiéndote con el entorno. Llegado el momento, tal vez puedas ofrecerle el dorso de tu mano para que él decida aproximarse los pocos centímetros que queden entre vosotros. Con suavidad, armonía y cierta cadencia.
Que cada ocasión se convierta en un momento de mostrar de nuevo nuestro respeto y nuestra alegría por volver a encontrarnos. Es como decir un “hola, qué tal” suave y calmado, en vez de tirarte a chocar los cinco de forma energética y desaforada. El caballo necesita saber que todo está bien, que puede confiar en ti, y que su seguridad no está en peligro.
Un caballo que acepta compartir su espacio personal con el tuyo es un caballo que acepta relacionarse contigo. Caminar juntos o trabajar juntos pie a tierra haciendo ejercicios y desarrollando habilidades, es una buena manera de que nuestros espacios personales se rocen y aprendan el baile de ir y venir con armonía y sincronicidad entre nuestros cuerpos.
¿Puedo tocar tu cuerpo? Mientras diriges tu mano hacia alguna zona de su cuerpo. Observa su reacción, esa es su respuesta. Tal vez, la primera vez sólo consienta que le hagas una suave caricia. Suficiente para decirle, no pasa nada malo, sólo quería acariciarte.
No a todos los caballos les gusta que les toquen. Y eso te lo puedo asegurar por la cantidad de masajes que les he dado. Unos disfrutan enormemente desde el principio. Otros lo pasan fatal en las primeras sesiones, aunque es cierto que después toleran tu tacto y no pueden disimular el bostezo de relajación de su cuerpo, o el suspiro al liberar la tensión.
Recuerda:
Que tu cuerpo habla por ti.
Que es importante tu postura corporal, tranquila, no amenazante. Hay posturas neutras, de “te espero, cuando tú digas” y posturas que invitan al contacto. Y tus movimientos, suaves, no rápidos ni impetuosos, más bien tranquilos y lentos.
Que el caballo tiene que respetar tu espacio personall y tú tienes que respetar el espacio personal del caballo.
Una vez una amiga me preguntó: “¿Qué es lo que más ansía el caballo?, yo empecé a contestar, “que le prestes atención”, “que le quieras” “jugar”…, ella me dijo: “la tranquilidad y la seguridad, que le dejes tranquilo haciendo lo que quiere hacer, pastar y caminar junto a su manada, y si tienes, quieres o has decidido trabajar con él, que lo hagas de la forma más tranquila, segura y calmada que puedas”. Así es.
